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engo la convicción que todo buen maestro, lo primero que tiene que saber, es abrir su corazón brindando a sus alumnos mucho amor; y todo buen padre, con mayor razón. Sin embargo, en este mundo cada vez más frío en sentimientos, nos resistimos a regalar amor a nuestros alumnos, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros semejantes; en cambio, siempre estamos a la espera que otros nos hagan ese precioso regalo que se llama amor. Nos cuesta mucho dar el primer paso; por lo tanto, difícilmente lo hacemos sobre todo con tantos niños y jóvenes que de verdad lo necesitan.
Del martes 12 al viernes 15 de mayo del presente año, el Colegio Libertador San Martín de San Borja, en Lima – Perú, organizó un Seminario Pedagógico celebrando su XL ANIVERSARIO-BODAS DE RUBÍ, denominado “Carlos Arizmendi Carmona” quien fue su primer presidente del Consejo de Administración y de quien se guarda inmensa gratitud por su valioso aporte en la vida institucional del colegio.
El Seminario contó con la participación de muy destacados profesionales. Estoy seguro, que todos quienes participamos durante 4 días consecutivos, nos sentimos plenamente complacidos y satisfechos por todo lo que hemos vivido en este corto pero fructífero tiempo. En la presente columna deseo resaltar la exposición de la Licenciada en psicología Ana María González León, quien nos recordó y enseñó tantas cosas simples, sencillas pero maravillosas que nosotros los docentes teníamos escondido y herméticamente cerrado en nuestros corazones. Ana María que estuvo 3 días consecutivos con nosotros, de poquito a poco, con amor, simpatía y paciencia; con una voz de ángel y sonrisa natural permanentes, nos fue cogiendo a todos, llevándonos a su campo, a lo que más sabe, para despertarnos y abrir nuestros corazones a fin de que latieran al compás del suyo. Nosotros, cautivados por su sencillez y dulzura, terminamos rendidos, reconociendo que efectivamente podemos dar mucho amor a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a nuestros semejantes. Aprendimos con ella lo importante que es la gratitud a Dios, a los antepasados y a nuestros padres; nos enseñó a reconocer nuestros errores y a liberar nuestro estrés; Nos enseñó a alimentarnos de la abundancia de oxígeno que tenemos, respirando con los ojos cerrados en medio de hermosas melodías como “La sinfonía de los juguetes” o la “Flauta mágica” de Mozart; y al final nos enseñó el “abrazo de corazón a corazón” el cual se da a una persona dirigiendo la cabeza al lado izquierdo de la otra y estrechándose mutuamente. Notarán ustedes que en esa posición los corazones de ambas personas prácticamente quedan frente a frente y más cerca que en cualquier otra posición. Si a ese abrazo de corazón a corazón le pones una dosis de afecto y cariño mediante la “Clave mágica” que es tu palabra, entonces habrás logrado la entrega total de tu amor.
Enseñemos a nuestros alumnos el “abrazo de corazón a corazón” para que a su vez transmitan a sus padres, familiares y amigos sintiendo verdadera emoción, alegría y satisfacción.
Finalmente sería muy noble de nuestra parte si visitamos un hospital para darle ese abrazo a un niño o anciano enfermo; entonces probablemente no curemos su enfermedad pero estoy seguro les daríamos mucha paz, inmenso amor, disminuyendo por ende su dolor y sufrimiento. Qué bien nos sentimos cuando damos “un abrazo de corazón a corazón”.