El pasado domingo 23 de octubre, tuve que hacer un viaje de urgencia a mi querida ciudad de Huaraz para la firma de unos documentos notariales. A pesar del trabajo recargado que tengo a estas alturas del año, y al margen de la firma del documento, sentía una necesidad enorme de llevar a cabo esta visita relámpago a la ciudad que me acogió con calidez durante mi niñez y adolescencia. Por razones de comodidad durante este viaje de 400 kilómetros lo hice con mi propia movilidad.
La autopista de Lima hasta Pativilca, es decir la Panamericana, se encuentra en buenas condiciones; sin embargo, entre Huacho y Pativilca abundan las gibas que son especie de rompemuelles que a pesar de tener letreros que nos advierten a tiempo, deberían tener un mantenimiento de pintura amarilla para poder distinguirlas bien ya que se confunden con el color del asfalto y puede ser muy peligroso pasar por ellas sin disminuir la velocidad.
A partir de Pativilca se inicia el ascenso hasta la punta de Conococha que se encuentra a 4100 metros sobre el nivel del mar. Manejar en las curvas de la autopista en la subida a Conococha, ha sido siempre un placer para mí, y así lo fue en esta oportunidad, pero, sólo hasta llegar a la ciudad de Cajacay, 34 kilómetros antes de Conococha. Desde allí comienza una carretera sin asfalto que hace más de dos años no la reparan. Hay cisternas que van regando de ida y vuelta probablemente para evitar la polvareda producida por los enormes camiones que en caravana de 5 hasta 7 unidades pasan de ida y vuelta en todo momento, llevando combustible y otros materiales a las minas que existen en toda esa región de las cordilleras Blanca y negra; el riego produce mucho barro y el viaje comienza a hacerse pesado. Minutos antes de llegar a la cima, respiré con tranquilidad al haber terminado de pasar la trocha llena de barro; sin embargo, mi tranquilidad se convirtió nuevamente en rabia y mucho estrés, al iniciar la bajada de Conococha hacía Huaraz. Una autopista llena de huecos por la rotura de un asfalto pobre. ¡Qué decepción! No había un trecho que no tenía huecos profundos causados sobre todo por el alto tránsito de camiones y buses de pasajeros. No hay mantenimiento de esa autopista y si lo hay, sólo cumplen con rellenar esos huecos con tierra, y que con las lluvias permanentes vuelven a aparecer probablemente más profundos haciendo muy difícil el tránsito a mi querida ciudad de Huaraz.
El colmo de los colmos llegó en la entrada de esa hermosa ciudad donde hay un arco inmenso dándonos la bienvenida con una pista peor de las que habíamos pasado durante todo el viaje, llena de huecos y con pequeños cerros o montículos de tierra y materiales de construcción en la supuesta pista donde casi no se puede transitar al crearse una gran congestión. Pasamos frente al control policial con el carro que avanzaba dando rebotes. ¡Qué vergüenza ajena! ¿Así reciben a los turistas?, ¿Qué hay de las autoridades? Debe ser una vergüenza para todos los huaracinos tener que hacer el recibimiento a sus familiares y a los turistas del Perú y el mundo entero. Señor Gobernador de la Región Ancash, señor alcalde de la ciudad de Huaraz, por sentido común el ingreso a esta noble y hermosa ciudad de Huaraz, capital de la Región, debe ser sobre una buena pista o avenida, bien preparada y elegante, con limpieza y llena de jardines. Es lo mínimo que debe merecer la ciudad de Huaraz que brilla bajo la belleza natural de la Cordillera Blanca y la Cordillera negra formando el Callejón de Huaylas que representa una de las regiones más bellas del Perú y el mundo entero. El gobierno regional y la municipalidad reciben una millonada de dinero por el Canon de las minas de oro, plata y cobre. Sin embargo, no se toma en cuenta detalles importantes para la buena imagen de una ciudad que merece ser bien tratada. Ojalá hubiera un reportaje de los periodistas huaracinos y no huaracinos para exigir a las autoridades el arreglo inmediato de la autopista y la entrada a la bella ciudad de Huaraz.