Soy tutor de la Promoción 2015 del colegio Libertador San Martín de San Borja donde nos encargan la tutoría durante toda la secundaria. Mis pupilos acaban de culminar el 3ero de secundaria. Hace poco estuve en una fiesta de 15 años de una de mis alumnas quien tuvo la gentileza de invitarme. Asistí al “QUINO” (celebración de 15 años en el lenguaje de los adolescentes), con muchas expectativas de verlos en una fiesta a todos mis “wachiturros” como los llamo con cariño.
Fui uno de los primeros en llegar a la fiesta; soy respetuoso de la hora que indica la invitación; sin embargo esta vez no fui el primero porque ya habían llegado 8 de mis alumnos de los 30 que son. La primera impresión fue verlos sin uniforme, algunos con ropa formal otros con algunas combinaciones extravagantes pero que no se les veía mal. Como siempre, los varones estaban juntos en la sala y las chicas en el cuarto de la quinceañera. Poco a poco iba llegando el resto de los integrantes de la promoción, y yo no me cansaba de observarlos: jóvenes alegres, con buen comportamiento, y las chicas todas muy guapas y elegantes. Me causó mucha ternura observarlos uno a uno, tanto a los varones como a las damas que se les veía ya no niñas sino unas señoritas. Es que hace tan solo un par de años los recibí en el primero de secundaria y eran unos niños y niñas, donde las mujercitas eran más altas que los varones; sin embargo ahora los varones ya superaron en tamaño a sus compañeras, tanto así que cuando hablo con la mayoría de ellos, lo hago mirando hacia arriba ya que también me superaron en tamaño.
De pronto hace su ingreso la quinceañera, el rostro del papá y de la mamá se ilumina e irradian inmensa felicidad; la quinceañera es hija única por lo que todo el amor de ellos está centrado precisamente en su única hija.
Luego de un emotivo discurso del papá y del abuelito, comienza la fiesta con algarabía.
En todo este proceso: llegada de invitados, ingreso de la quinceañera, palabras de los familiares, inicio de la fiesta y la cena, yo no me cansaba de observar a mis queridos alumnos. Elegantes, alegres, unidos, derrochando mucha vitalidad, humor y simpatía. Qué bien se les veía. Ellos muy bien parecidos y ellas muy guapas. Sus padres deben estar orgullosos de este relato al igual que yo; ellos hacen que a sus hijos se les vea saludables, llenos de vida y muy bien vestidos externamente; sin embargo les pido a los papás que juntos, sigamos incansablemente cultivando la elegancia interior, la mejor vestimenta para su espíritu, el mejor traje para su corazón, la mejor ropa que envuelva a sus valores. Esa es la elegancia más importante de un ser humano que lo convierte en una verdadera persona. Si vuestros hijos logran ser elegantes interiormente entonces junto a la elegancia que muestran con su vestimenta exterior, definitivamente los convertirá por el resto de sus vidas en personas de bien, personas que aman a sus padres, jóvenes que aman y respetan a sus semejantes. Todo ello viene a ser el producto de una buena educación conjunta.