Desde hace varias décadas, se habla de la contaminación ambiental, la misma que a pesar de todas las campañas realizadas no se ha podido controlar sobre todo en los países en vía de desarrollo como el nuestro, debido a muchos motivos, entre ellos la baja cultura de nuestros pueblos y la desidia de los gobernantes de turno. Además, cuando se habla de contaminación, sólo se piensa en la ambiental; sin embargo, hay otros tipos de contaminación, como la auditiva o la visual de las que poco o nada se dice.
Me preocupa y nos debe preocupar a todos la contaminación auditiva, la que “silenciosamente” está ocasionando serios problemas de audición en todas las personas que vivimos en las ciudades como Lima.
El sonido humanamente audible está formado por ondas sonoras consistentes en oscilaciones de la presión del aire, que son convertidas en ondas mecánicas en el oído humano y percibidas por el cerebro; su intensidad se mide en decibeles o decibelius (dB). El umbral auditivo se encuentra en 0 dB y representa la cantidad mínima de sonido para que pueda percibir el oído humano. Un sonido de 70 dB como el que produce el griterío de los niños durante el recreo, produce efectos negativos en tareas que requieren concentración y atención, mientras que entre 80 y 90 dB como los que produce un timbre o las máquinas de una fábrica, puede producir reacciones de estrés, cansancio y alteraciones de sueño. Los ruidos entre 100 y 110 dB (Banda de rock o explosión de petardos) pertenecen al denominado “umbral tóxico” y pueden ocasionar lesiones irreversibles al oído medio; y los ruidos superiores a 120 dB como la producida por el despegue de un avión de reacción entran en el umbral del dolor causando del mismo modo, lesiones irreversibles en el aparato auditivo.
Los estudiantes podrán comprender mejor con el siguiente ejemplo ficticio: Supongamos que a partir del oído medio tenemos por decir, 100 filamentos muy finos que conducen las ondas del sonido al cerebro para escuchar al 100%; Cada vez que el sonido sobrepasa los límites de intensidad en decibeles, se rompen dos o más filamentos produciendo una disminución en la audición. Lo que es más importante saber es que esos supuestos filamentos rotos jamás se podrán reparar; por lo tanto la pérdida de la audición es irreversible. El problema está en que las primeras disminuciones de la audición casi no son perceptibles por nosotros mismos; aparentemente seguimos escuchando bien, pero cuando nos hacemos una audiometría, es decir, medimos nuestra capacidad auditiva con un especialista, nos daremos cuenta que ya no escuchamos al 100%. Finalmente cuando el daño causado sea grande y se sienta mayor dificultad para escuchar, no habrá posibilidad alguna de recuperar la audición normal, teniendo por lo tanto que buscar la solución en los audífonos que cientos de miles de personas ya lo están usando.
El problema es serio, pero la poca información y una vez más, la incompetencia de las autoridades hace que la sordera en los habitantes de una ciudad con miles de ruidos insoportables no se pueda controlar a pesar que existen ordenanzas en las municipalidades que prohíben el exceso de ruidos por sobre los límites normales. Los motores de carros y motos sin el silenciador adecuado, el uso indebido del claxon de los camiones o buses, los ambulantes con sus altoparlantes por las calles, la música en alto volumen, las máquinas que rompen el pavimento, son los principales causantes de la contaminación auditiva que tanto daño nos está causando permanentemente.
Es hora de difundir este grave problema y concientizar a la población y por ende a las autoridades para que puedan llevar a cabo una campaña que detenga definitivamente este tipo de contaminación como se hace en cualquier ciudad civilizada del mundo.