Muchas veces hemos escuchado decir sobre un probable encuentro o cita: ¿hora peruana o inglesa? Entendiendo por cierto que hora inglesa es hora puntual y hora peruana es sinónimo de tardanza. Si nos ponemos a pensar sobre estas dos expresiones, nos daremos cuenta que nosotros los peruanos ya perdimos la vergüenza y nos autocalificamos de impuntuales. Siempre se ha intentado rectificar este error, pero hasta la fecha, muchos mantienen ese mal hábito, la misma que tiene y tendrá infinitas justificaciones, porque para ello somos muy ingeniosos. Sería interesante que a nivel de gobierno se propicie “con el ejemplo”, la práctica de la puntualidad, seguida necesariamente por las instituciones educativas en las que debe desaparecer por completo los minutos de tolerancia, porque precisamente la tolerancia propicia la impuntualidad; pero la puntualidad se predica con el ejemplo, la puntualidad es una decisión personal; y creo que ya es tiempo de recuperar ese valor tan importante que dicho sea de paso está relacionado con el respeto, porque llegar puntual al centro de trabajo es respetar a la empresa o institución donde se labora, llegar puntual a las clases es respetar a sus maestros y a sus propios compañeros, llegar puntual a una cita es respetar a la persona citada.
Digo que la puntualidad es una decisión personal porque vean ustedes la experiencia que tuve en un curso para profesores en la universidad de San Marcos donde las clases se iniciaban a las 6 pm y finalizaban a las 10 pm:
El primer módulo en el que participábamos 50 profesores estuvimos presentes a la hora de inicio el 100%, los siguientes días iniciábamos el curso casi con el 50% de asistentes, el resto iba llegando cada día y cada vez más tarde. No era sorpresa que ciertos días comenzaba la clase con 8 participantes y habían profesores alumnos que llegaban a las 7, 8 ó 9 de la noche. Sólo eran puntuales el día del examen.
El siguiente módulo lo tuvimos con otro profesor, quien a las 6 en punto nos encontró a un grupo reducido, y sin decir palabra alguna se sentó y esperó pacientemente y en silencio hasta aproximadamente las 8:30. Recién, al ver el aula completa se paró y nos dijo que a partir del día siguiente nadie ingresará al aula después que El. Inmediatamente comenzaron los reclamos y como siempre se escuchaba diversos tipos de justificaciones. El profesor volvió a decir: nadie ingresará después que yo haya entrado al aula. Al día siguiente antes de las 6 pm el aula estaba llena, parecía increíble, y así continuamos hasta finalizar el segundo módulo.
Al inicio del tercer módulo todos estábamos presentes; parecía que el anterior profesor nos había transformado. Esta vez nos tocó una profesora quien no cerró la puerta como lo hacía el profesor del segundo módulo. De pronto aparece merodeando temerosamente en el exterior una profesora alumna que se había retrasado; entonces la nueva profesora le pregunta si pertenecía a la clase, y ella le responde que sí. Aquí vino la intervención desastrosa de nuestra flamante profesora quien rompió todos los esquemas de la puntualidad: le dijo, adelante; y luego dirigiéndose a nosotros nos dijo: “si alguien por x motivos llegara tarde puede ingresar, pero en silencio porque a mí no me gusta que interrumpan mi clase”(¿????).
Al día siguiente volvimos a nuestra realidad, eran las 6 de la tarde y esperábamos a nuestra insigne profesora sólo un grupo de 12 personas, los demás siguieron llegando tarde como estaban acostumbrados, pero ingresaban en puntitas para no interrumpir la clase de quien rompió la autoridad que muchas veces lo necesitamos.