La Navidad nos deja muchos recuerdos, tanto a los niños como también a los padres. Cada familia mantiene su propia tradición y debe ser respetada. Aquí en Perú, aún se mantiene la creencia de la existencia de Papá Noel, aunque va desapareciendo paulatinamente desde hace aproximadamente dos décadas. En los años 50 y 60, la mayoría de mi generación escribíamos a Papá Noel para pedirle un regalo; ese “juego” lo mantuve también con mis hijos cuando eran pequeños, hasta que solos o por la información de los amiguitos fueron despertando en sus mentes la no existencia del misterioso Papá Noel, pero ellos – mis hijos – siguieron escribiendo sus cartas hasta la entrada a su adolescencia con el siguiente Título: “Querido Papá cocho Noel” Lo de cocho se referían a mí.
La ilusión de un niño se mantiene, hasta que alguien rompe en alguna etapa de su vida la creencia de ese simpático personaje; y con ello rompen también la ilusión pasajera de esperar un regalo de Navidad de manos del gordito, colorado y barbudo Papá Noel. No deseo entrar en discusión si los padres deben o no hacer que sus hijos escriban su pedido a Papá Noel. Sólo deseo contar una hermosa experiencia que jamás olvidaré respecto a un regalo que solicité a través de una carta escrita a Papá Noel cuando tenía aproximadamente 8 años.
En esa época cantaba en todas las actuaciones de mi escuelita fiscal 367 “Eliseo Alarcón Robles” que quedaba en la intersección de las calles Bolognesi y Cristóbal Colón de mi querido Huaraz, y cuyo buen director era el profesor Constantino Soto a quien lo llamaban Cushtu Soto. Luego gané en los concursos de canto que organizaban Radio Huascarán y Radio Huaraz. Por lo tanto, era muy conocido por interpretar las canciones del español Joselito, razón por la cual, me llamaban el Joselito huaracino.
A fines del mes de agosto llegó a mi casa una señora que dijo ser la profesora de Arte Ernestina Estremadoyro del colegio nacional Santa Rosa de Viterbo. Le dijo a mi madre, que estaba organizando la ceremonia central por el Aniversario de su colegio, y le solicitaba su autorización para que yo fuera a cantar en dicha ceremonia. Mi mamita aceptó y así fue que el 4 de setiembre, día central del Aniversario del colegio Santa Rosa de Viterbo me presentaron como un número sorpresa e interpreté “La campanera” canción de moda del español Joselito. Recuerdo con alegría que fui inmensamente ovacionado por todos los asistentes. Terminada la ceremonia, la profesora me llevó a mi casa, agradeció a mi madre y no la volví a ver.
Llegó diciembre y se acercaba la Navidad, era el momento de escribir una carta a Papá Noel. Lo hice con mucha fe y esperanza solicitándole un juego de dos pistolas con fulminante de cinta y sus respectivas fundas con un correaje elegante que estaba muy de moda en esa época. Llegado el momento de abrir los regalos luego de la misa de Noche Buena, tuve que aceptar con cierta pena una pistola pequeña también con fulminante de cinta, pero seguía ilusionado en lo que realmente le había pedido a Papá Noel. Al día siguiente 25 de diciembre, después del almuerzo me puse a jugar en el patio exterior de mi casa en Patay; cuando veo aparecer una camioneta que se estacionó frente a mi casa, inicialmente no la reconocí a la conductora de la camioneta quien bajó con un paquete grande y me dijo: Edguitar, este regalo te manda Papá Noel. Le agradecí, me dio un beso y se marchó.
Apresuradamente corrí a mi casa y abrí el paquete con las manos temblorosas ya que era la primera vez que una persona que no era mi familia me llevaba un regalo de Navidad, Cuando termino de romper la envoltura veo una caja grande con la foto de las dos pistolas que había solicitado a Papá Noel, el equipo era completo, tal como yo lo deseaba, el correaje plateado con las fundas respectivas más una docena de rollos de fulminantes de cinta.
Me es difícil describir lo que sentí en ese momento, con lágrimas en los ojos me presenté donde mis padres, armado hasta los dientes con las armas al cinto. Mi madre se emocionó al verme feliz. Mi padre me dijo, tú que eres buen hijo, Papá Noel ha cumplido con lo que le has pedido.
Por todo ello, les hice vivir a mis hijos la historia de Papá Noel hasta que solos descubrieron la verdad, y estoy seguro que no se arrepienten de haber participado de esa hermosa ilusión de su niñez.