Recuerdo con mucha claridad un pasaje de mi niñez. Cuando culminé el primer grado de primaria salimos de la escuela cantando y felices a disfrutar de las vacaciones escolares, esas hermosas vacaciones que duraban más de tres meses, porque las clases culminaban en la quincena de diciembre y se reiniciaban el primero de abril. Además no había cursos vacacionales (debe ser increíble para los estudiantes de hoy). El inicio de esas vacaciones se complementaba con la alegría de la pronta llegada de la fiesta de Navidad junto a papá, mamá y hermanos. Doy gracias infinitas al todo poderoso por haberme concedido siempre el Don más grande después de la vida… “la felicidad junto a mis padres y hermanos”.
El 31 de marzo se terminaba las vacaciones y el primer día útil de abril todos de vuelta al colegio. Y es aquí cuando quiero resaltar el motivo del presente artículo. Al llegar a casa después del primer día de clases, lo primero que hice fue preguntar a mi madre ¿Cuánto falta para las próximas vacaciones? – 9 meses – fue su respuesta; no me quedó claro la magnitud que utilizó mi madre; entonces terminada la primera semana volví a hacerle la misma pregunta; y su respuesta fue la misma; sentí decepción porque no había disminuido en nada respecto a la primera respuesta. Efectivamente mi madre me hablaba de meses y yo quería y creía dentro de mi ignorancia infantil que se tratara de días. No volví a hacer la pregunta pero el tiempo que esperé fue demasiado largo.
Hoy, con tantas obligaciones y compromisos que tengo, el tiempo parece que transcurre aceleradamente, a pesar de tener una agenda ordenada que regula mis tiempos quisiera fabricar de donde no existe unos minutos más y lo único que puedo hacer es robarle minutos a otros compromisos para cumplir con mis obligaciones. A penas inicio un nuevo año escolar o un primer ciclo universitario, de pronto ya se viene la clausura del año escolar y los ciclos universitarios se acaban aún más aceleradamente.
“El tiempo vale más que el dinero” dice una frase publicitaria que fue motivo de un artículo que escribí el año pasado; y es la pura verdad.
Este artículo escribo pensando en mis alumnos escolares y universitarios para que entiendan el verdadero valor del tiempo que marca el compás de nuestra vida; A pesar que el día tiene y siempre tendrá 24 horas, muchos quisiéramos que tenga más; pero finalmente tiempo hay para todo siempre que se haga una buena planificación. Por ello debemos aprovecharla al máximo ya que el tiempo perdido es irrecuperable.
Cuando sientan la necesidad que el día tenga 26 o más horas, tengan la seguridad que ya aprendieron a utilizar y valorar su tiempo y por lo tanto saquen el mayor provecho para no desperdiciarlo.
Profesor es muy cierto estos años siento que han pasado muy rápido yo de pequeña quería crecer pero ahora con solo 12 años quisiera ser pequeña tener 6 años o 7 , el tiempo es valioso y debemos aprovecharlo