En estos tiempos, muchas familias han olvidado lo que significa educar a los hijos; es verdad que en medio de las ocupaciones y compromisos del trabajo y del hogar e inmersos en un mundo agitado y estresante, se ha perdido la brújula que conduce a una buena educación de los hijos; por ello deseo recordarles algunos aspectos relacionados a dicha educación a fin de que puedan ponerlo en práctica en el hogar.
Nunca olviden que educar a los hijos en casa es sobre todo incentivar el bien, impartir buenas costumbres, valorizar las buenas obras y estimular acciones positivas. Los padres deben educar la “voluntad” y los “sentimientos” de los hijos. Preparar a un hijo para la vida no es satisfacer todas sus voluntades y todos sus caprichos. Enseñen a sus hijos a oír un “no”. No impongan la renuncia, pero llévenlo a aceptarla libremente. Si no aprende ahora a decir “no” a lo permitido, luego no sabrá decir “no” a lo prohibido. Por otro lado, como dice un artículo de la web Católico de Javier, el exceso de mimos echa a perder a los niños; los hijos muy mimados sufren mucho en la vida. Vivirán siempre alterados e inseguros. El exceso de mimos, censuras, críticas y castigos es la principal causa de la inseguridad en los jóvenes. Los grandes hombres de la historia soportaron pruebas y privaciones en la vida. Poco se puede esperar de los hombres que nunca supieron lo que son privaciones, renuncias y sacrificios. Los que reciben todo en la infancia no sabrán dar nada como adultos.
Además, aprovecho la oportunidad para decirles a los padres, que reaccionen con sumo cuidado frente a problemas ocasionados por sus hijos. No olviden que la cólera es nociva y peligrosa para corregir a los hijos. La ira nos lleva a decir palabras sin pensar y a actuar irreflexivamente. El hablar sin pensar y el actuar sin reflexionar pueden lastimar, herir, ofender y llevar a cometer incluso injusticias. Hablen con sus hijos con calma pero con energía; porque la ira, puede hacer que cometan desatinos. Muchos padres llevados por la ira del momento, podemos herir el corazón de nuestros hijos con palabras muy duras. Después, cuando estemos en calma, reflexionamos y nos arrepentimos; pero será demasiado tarde. Por ello queridos padres, piensen antes de hablar y reflexionen antes de actuar.