Una de las características principales de la mayoría de nosotros los peruanos, lamentablemente, es la mezquindad. Sabemos criticar negativamente, practicando la cultura de la envidia, pero nos cuesta reconocer las bondades o virtudes de personas que realmente lo merecen y que son de nuestro entorno. Del mismo modo, en muchos aspectos culturales, siempre nuestra preferencia está orientada hacia los de afuera, ignorando o dejando en segundo plano a lo nuestro.
Este año se celebra el centenario del nacimiento de José María Arguedas (1911-2011), antropólogo, musicólogo, pensador y escritor. Un hombre sensible, brillante y creador, quien tuvo la capacidad de verbalizar –en su obra literaria- el sentir y la voz del indígena y del campesino andino, lo mágico de sus costumbres y tradiciones, su sabiduría ancestral y particular cosmovisión. Y lo hizo con amor, pasión, frustración y con dulzura que pocos logran convertir en palabra.
El Congreso de la República del Perú, tuvo la brillante oportunidad de borrar ese estigma de mezquinos que nos caracteriza declarando el presente año con justicia como “Año de José María Arguedas”; pero por razones que no logramos comprender, no lo hizo; sin embargo el consejo directivo del colegio Libertador San Martín de San Borja, sí lo hizo y felicitamos dicha determinación. En todos los documentos oficiales del colegio al cual tengo el honor de pertenecer, resalta en primera línea: “Año del centenario del nacimiento de José María Arguedas” más la fotografía de este hombre inmortal para todos los peruanos de buena fe.
Si no hubo un reconocimiento justo del Congreso de la República, pues creo que es deber de todos los profesores del Perú, rendir homenaje al maestro José María Arguedas, recomendando a nuestros alumnos la lectura de sus principales obras como: Los ríos profundos, El zorro de arriba y el zorro de abajo, Todas las sangres, Agua, El sexto, La agonía de Rasu Niti, Warma Kuyay, Yawar fiesta, Dioses y hombres de Huarochirí, Katatay y otros poemas.