EL DÍA QUE CONOCÍ AL POETA CÉSAR VALLEJO

César Vallejo
César Vallejo
Cada vez que leo “Los pasos lejanos”, poema de César Vallejo, recuerdo y vivo mi niñez como si fuera ayer. Es que no puedo olvidar la relación que pude encontrar entre un pasaje de mi vida infantil con el contenido de dicho poema. Resulta que cuando aún no conocía nada sobre Vallejo,  un cierto día partió mi hermano mayor de la ciudad de Huaraz rumbo a  Lima para continuar sus estudios superiores. Era el primero de los 8 hermanos que salía de ese hogar cálido y feliz en que vivimos junto a papá y mamá. Todos sentimos mucha nostalgia; había en todos los rincones de la casa un silencio misterioso el cual duró  mucho tiempo, por primera vez pude observar  de muy cerca el sufrimiento de mi padre, el dolor de  mi madre, derramando lágrimas por la partida del primogénito de la familia. Pasaron los años y casi olvidé ese pasaje triste de mi vida. Posteriormente a los 15 años y cuando cursaba el 5to de secundaria, llegó a mis manos por obligación del profesor de literatura un libro con los poemas de Vallejo. Con mi poca experiencia e inmadurez propia de un adolescente común y corriente, me puse a ojear el libro sin ningún interés. Algunos compañeros de aula recomendaban leer “Los Heraldos negros”, “Trilce”, “España, aparta de mí este cáliz” etc. Estos poemas estaban de moda en aquel entonces; aún así,  me resistí a leer y de paso les daba la contra a mis compañeros  que ya estaban saboreando la exquisitez de los poemas de Vallejo, aunque algunos lo hacían por alardear que ya leían a este insigne poeta. Fue en esas circunstancias que me encontré con “LOS PASOS LEJANOS”, un poema corto  que me animó a leerlo: 

 Mi padre duerme. Su semblante augusto

Figura un apacible corazón; está ahora tan dulce…

Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;               

Y no hay noticia de los hijos hoy.               

Mi padre se despierta, ausculta                

La huida a Egipto, el restañante adiós.

Estás ahora tan cerca;

Si hay algo en él de lejos, seré yo.

 Y mi madre pasea allá en los huertos,

 Saboreando  un sabor ya sin sabor.

Está ahora tan suave, tan ala, tan salida, tan amor.

 Hay soledad en el hogar sin bulla,

Sin noticias, sin verde, sin niñez.

Y si hay algo quebrado en esta tarde,

Y que baja y que cruje,

Son dos viejos caminos blancos, curvos.

Por ellos va mi corazón a pie.

 Terminé de leer esta última estrofa y mis ojos estaban llenos de lágrimas ya que recordaba la soledad y tristeza que nos causó la partida de  mi hermano años atrás.  Ese día conocí a Vallejo, y desde entonces sentí más acercamiento y respeto al poeta más grande y brillante de todos los tiempos.

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